Las dinámicas internacionales del turismo en el contexto de la pandemia de COVID-19 y la crisis ambiental global obliga a reevaluar las políticas públicas y la forma de hacer turismo. Por una parte se observa que la re-apertura de destinos turísticos confinados permite un repunte de la actividad, en cifras de 50 a 70% de la situación anterior. El turismo interior se ha visto fortalecido, pero rebrotes del coronavirus han llevado a re-confinar destinos. El análisis de costos y beneficios económicos y sociales de las estrategias de limitaciones y apertura parcial de destinos esta pendiente. Restringir la circulación restringidas acompañado de subsidios e inversiones públicas para la renovación de la oferta ha reducido el impacto económico pero muchas empresas han cerrado. Inversiones en infraestructuras ha favorecido la construcción y la especulación inmobiliaria sin saber si esto consolidará destinos de naturaleza como Aysén.
Sociablemente las posturas para enfrentar la crisis pos-COVID-19, agravado por los efectos del cambio climático, son variadas. Los servicios públicos buscan manejar la seguridad sanitaria, amortiguar el impacto social de la crisis ensayado tímidamente la reactivación del turismo en las ciudades y los nodos de movilidades. Empresarios buscan salvar o renovar sus negocios, los cuales fueron impactados especialmente en las localidades y sitios mayor flujos turísticos. Otros actores, de las comunidades locales, han optado por un repliegue, enfocándose en sus actividades tradicionales y buscando una mayor autonomía alimenticia y energética. Ellos esperan, a futuro, a captar un turismo difuso en las zonas rurales y costeras. Grupos alternativos neo-rurales esperan por su parte consolidar modelos de vida basado en la producción local, la ecología y un turismo familiar alternativo. En Aysén, sus lugares de predilección son las zonas prioritarias para el turismo de Queulat, Chelenko y Los Glaciares. Actores ecologistas buscan ampliar su modelo de conservación de espacios aún poco intervenidos por el hombre, sosteniéndolo económicamente gracias al turismo (la Ruta de los Parques Nacionales) o mediante especulaciones sobre el valor de la tierra. En Aysén el “boom” de la conservación privada deja entrever grandes conflictos de los usos de la tierra.
Nuevas ofertas buscan responder a demandas para un turismo de nicho y de experiencias en lugares más silvestres, principalmente para limitar los contactos con otros visitantes. Este turismo de grupos pequeños de clientes acomodados parece ser el nicho elegido por numerosos emprendedores. Si bien las autoridades han apoyado la idea de incentivar un turismo familiar, social, de voluntariados y de experiencias de mayor contenido cultural y científico (www.scientific-tourism.org), aún no se asignan recursos específicos y permanentes para esto. Si bien estadías de mayor duración aparecen como una solución, en un escenario con riesgos sanitarios, costos de transportes mas elevados y movilidades restringidas, no dispone de cifras para confirmar esta tendencia. Aysén aparece como un laboratorio natural ideal para un turismo de conservación e investigación con la puesta en valor de un patrimonio cultural, principalmente intangible. Pero para los habitantes y amantes de las actividades recreativas a bajo costo, se espera que sitios de naturaleza, para la escalada, kayak, treking, actividades náuticas o montañismo, sean equipados adecuadamente. Esto sin embargo choca con usos opuestos de los espacios, para la agricultura o la conservación por ejemplo. Estos sitios parecen lugares propensos a ser impactados por eventos extremos (deslizamientos, inundaciones, incendios o plagas biológicas), mas frecuentes debido al cambio climático.
La actual crisis socioambiental nos obligan a mejorar nuestra valoración y cuidado del patrimonio natural y cultural, con las comunidades que habitan el territorio. El turismo de mañana debe estar sentado en procesos de coordinación de actores con visiones divergentes, aumentando la atractividad del territorio como lugar para vivir, más que crear destinos con productos icónicos a vender. El modelo turístico post pandemia deberá ser compatible con los objetivos de desarrollo sostenible propuestos en la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, con mejores prácticas turísticas, cambios en la relación de actores locales y visitantes con la naturaleza, compatibilizando la protección del hábitat de la fauna y la flora silvestres pero fortaleciendo a las comunidades locales. El turismo deberá ser más resiliente en un escenario de cambio climático fortaleciendo la capacidad de cada micro-región para ser autónoma en cuanto a su producción y distribución de servicios y alimentos. Tenemos que reaprender a improvisar como los primeros colonos, ser más teniendo menos visitantes.