En nuestra columna anterior compartíamos la idea expresada por numerosos académicos y otros observadores de la realidad internacional, que los efectos de la pandemia de COVID 19 nos permitirían, como pocas veces en la historia reciente del turismo mundial, enfrentar la crisis como una oportunidad. El progresivo avance en la recuperación de los flujos internacionales y las medidas que los países y destinos turísticos han tomado, nos dejan evidencias que las lecciones que la pandemia nos aportaría, para impulsar un proceso de desarrollo más sustentable del turismo, aún no se visualizan con claridad.
Nuestra conclusión obedece a que la magnitud del impacto económico ocasionado por los efectos de las pérdidas derivadas de la reducción prácticamente total de los movimientos de viajeros, impiden siquiera discutir medidas restrictivas que intenten reducir o limitar flujos para regular la presión que la actividad turística ejercía sobre los ecosistemas más visitados al finalizar el año 2019. Esto será aún más complejo de discutir en regiones que tienen una alta dependencia del turismo y con un elevado aporte al PIB , como es el caso de América Latina y El Caribe (CEPAL, 2021),
Sin embargo, es posible suponer que habrá que tomar medidas para asegurar condiciones de seguridad en materia de higiene y salubridad en instalaciones y sitios turísticos. Esto se reflejará en decisiones de urgencia, nuevos acuerdos, mecanismos de coordinación y protocolos inter institucionales que concitarán la atención de los turistas, estimulando formas de comportamiento a microescala, que pueden derivar en mejores prácticas para la sustentabilidad de los lugares visitados y para la construcción de relaciones más favorables entre los visitantes con la población local.
En su reciente informe sobre el impacto de la pandemia en la región, la CEPAL (2021, p.95), estimaba que en el corto plazo se podrá apreciar una “sustitución de lo global por lo local, una dimensión que no había sido suficientemente explotada en muchos países latinoamericanos y que por el tipo de experiencia que ofrece, debería incluir necesariamente a la comunidad receptora. Esto contrasta con el turismo de grandes resorts en el cual no necesariamente hay una conexión con los pueblos anfitriones”.
En este contexto, la aplicación de acciones concretas que aseguren la participación integrada de las autoridades municipales, la sociedad civil, el sector privado, la academia y el sector privado en instancias formales de gestión de los destinos turísticos, se vislumbra como una ruta necesaria, aunque no suficiente, para re direccionar la tendencia tradicional del desarrollo turístico. Una perspectiva de Gobernanza bajo un enfoque de Quíntuple Hélice es sólo el punto de partida para impulsar cambios en la forma de tomar decisiones, en un momento de inflexión que un contexto de crisis resulta propicio para reflexionar, antes que nos enfrentemos a la próxima temporada de vacaciones.
El escenario post Covid 19 puede contribuir favorablemente a la revisión, por ejemplo de los indicadores con los que habitualmente evaluamos nuestro éxito, los que en las publicaciones de los organismos oficiales de turismo se focalizan principalmente en las variables tradicionales que hemos analizado durante todo el período de crecimiento intensivo del turismo, desde los años 50. Es decir, demanda, ingresos, inversión, empleo o aporte al PIB, que reflejan una dimensión, si bien relevante, muy acotada de la sustentabilidad.
Es evidente que en la medida que la cobertura de vacunación internacional reduzca las limitaciones para la apertura total de fronteras, la reactivación se acelerará y tendremos nuevamente que preguntarnos, ¿Qué aprendizajes hemos capitalizamos en el ámbito de la gestión de destinos, luego de estos dos años obligados de confinamiento?