El mundo, a partir de la pandemia que restringió movilidad desde inicios del 2020, dio lugar a la exposición frecuente de los términos de globalización y globalismo, muchas veces incomprendidos, pero que impactan en todos los sectores productivos de la humanidad.
El Turismo no fue una excepción, más aún cuando se circunscribe a territorios que amparados en la autonomía, llegan a decisiones cuyo propósito sería el apoyar el desarrollo de las localidades.
Cuando en décadas atrás se inició, bajo el amparo de la globalización, el desarrollo de algunos escenarios turísticos favorables en algunos casos y otros no, los cuales fueron visualizados tanto por las instancias públicas como por el sector privado, motor de la actividad. En ciertos momentos se temió por la desaparición de las pequeñas empresas de los subsectores, las cuales, dada su estructura y capital, tanto de inversión como de circulación, se abocarían a competir con las empresas económicamente fuertes que con facilidad se insertan en los mercados emisores y receptores.
La globalización tenía, además, la necesidad de contar con una estructura jurídica que facilitara la inversión de capitales extranjeros con las flexibilidades necesarias para asegurar el éxito en los nuevos territorios en los cuales se expandiría la oferta de productos/servicios turísticos.
El coronavirus Covid-19 ha sido un hecho “global”. La pandemia pudo ser uno de los detonantes de que se haga realidad el temor de la pequeña empresa, que se vio obligada a cerrar sus operaciones en muchos casos sin que se experimentara la presencia de la gran empresa internacional. Esto sería una de las causas de inestabilidad y posible desaparición.
La globalización bajo la visión de ser un proceso requiere independientemente de la combinación de algunos factores entre ellos el capital con tecnología y comunicación, lo que implica presencia de fuerzas económicas que ejercen control, lo que podría ser aprovechada por los territorios, en tanto en cuanto éstos tengan una clara identidad de sí mismos y ese encuentren con fortalezas en ella. Entonces, la dependencia de la inversión extranjera estaría supeditada a la organización interna con su oferta siempre y cuando ésta mantenga altos niveles de calidad lo que implica conocimiento y preparación de todos los actores locales.
Complejo el asumir que a los problemas globales deben presentarse soluciones globales. Sin embargo, ya se ha vivido con la pandemia. Prohibición de circulación, educación virtual, vacunación masiva, limitación en aforos, prohibición de atención presencial a clientes en toda empresa de servicios, difusión de cifras alarmantes en todos los medios de comunicación….
El globalismo como ideología impulsa a que las soluciones se apliquen en el mundo entero. No en vano en el mundo se discute e incluso se promulga leyes sobre la ideología de género que lleva consigo el control de la natalidad, el cambio climático, y la salud. Estas decisiones abren puerta al establecimiento de un gobierno mundial en el cual el poder económico se manifiesta en el control tecnológico y los medios de comunicación que conforman en uno de los poderes que pueden cambiar la estructura mental de una sociedad.
Uno de los retos y a la vez oportunidad más grande para el sector turismo, que se afronta en la actualidad, se ubica en los espacios rurales que se comprometen con su colectivo interno, para que de alguna manera la autogestión en la generación de los recursos que complementan a los turísticos sea tan sólida que no tenga brechas a través de las cuales las decisiones globales hagan impacto en su propia decisión de desarrollo colectivo.
Como todo reto muchas variables intervienen, pero si la pandemia ha dejado aprendizaje como lección de vida, la solidaridad en la gestión propia de los productos y servicios turísticos podrá ser manifiesta.