Desde el inicio del año 2022 el sector turismo en el Perú enrumba una tarea titánica de recuperación de las pérdidas producidas durante la pandemia. Según la Superintendencia Nacional de Migraciones, solo en el primer bimestre del presente año llegaron al Perú 133,875 turistas internacionales.
Luego de dos años de confinamiento existe una demanda por el turismo a nivel mundial, no obstante, ¿se encuentra el sector en el camino correcto para el cumplimento de los objetivos de desarrollo sostenible ODS?
Como se recuerda, el sábado 22 de enero, el derrame de petróleo cerca a las orillas del litoral en el norte chico del Perú dañó irreversiblemente el ecosistema marino de nuestras costas. La compañía responsable de esta tragedia, REPSOL, tardó en pronunciarse y lo hizo cuando la presión de los medios internacionales y los daños eran cada vez más evidentes.
Las imágenes del crudo asfixiando y acabando con la vida de animales acuáticos y aves costeras inundaban las redes sociales, mientras solo algunos medios audiovisuales y escritos cubrían la noticia. Se calcula que las pérdidas económicas en turismo bordearon los 200 millones de soles. Pero por sobre todo, el desastre hundió aún más la frágil situación de decenas de familias dedicadas a la pesca, habitantes de los poblados costeros de Ventanilla, una zona vulnerable, que hoy padece una catástrofe para la que, hasta el momento, no existe salida.
La Organización Mundial del Turismo de las Naciones Unidas y otros actores han llamado la atención para que desde la institucionalidad turística se impulse y adopten los ODS y, de esa manera, garantizar la sostenibilidad en el sector. Como se sabe, quienes forman parte de la industria del turismo constituyen a un grupo de actores clave en contribuir a resolver la problemática ambiental. Entonces, ¿se encuentra Latinoamérica en un escenario propicio para el trabajo en conjunto que asegure el impulso y cumplimiento de los ODS?
En ese sentido ¿Qué papel cumplen los estados para garantizar una atención sistemática para mejorar la educación y formación de actores que velen por aquella sostenibilidad?
No debemos perder de vista que el escenario en la política actual del país no está contribuyendo en el trabajo de garantizar un turismo responsable y, en ese camino, el cumplimiento de las ODS. Por ejemplo, las medidas de paro a nivel nacional, la poca o nula atención ante atentados al medio ambiente como el derrame del petróleo en las costas y la Amazonía peruana, los conflictos sociales entre líderes indígenas y dirigentes de gremios agrícolas versus las grandes empresas, en Perú, así como las luchas eco territoriales a nivel Latinoamérica, son una muestra de la poca articulación que existe entre los deseos de los ciudadanos y los estados de la región.
Los 17 ODS buscan contribuir en la mitigación de los efectos del cambio climático y alcanzar el ansiado desarrollo sostenible. En el ámbito del turismo, por ejemplo, se propone, entre otras acciones, la erradicación del plástico. Pese a ello, nos encontramos ante una ausencia de marco normativo que, no solo regule o sancione a los responsables de desastres medioambientales como el descrito líneas arriba, sino también que afronte la ausencia de un fomento de la sostenibilidad empresarial. Es decir, normativas y organismos que brinden apoyo a las compañías, grandes, medianas y pequeñas a transformar sus modelos de negocio.
Finalmente, la educación en sostenibilidad debe ser considerada prioridad para lograr la consecución de los ODS, y por ello, los promotores de educación turística deben contribuir al impulso de políticas centradas en una mayor participación de los distintos actores en materia de sostenibilidad y educación ambiental. Sin ello, corremos el peligro de no propiciar transformaciones con miras a un impacto económico que impacte local y globalmente, en las acciones de desarrollo sostenible.