En la última década los destinos turísticos en todas las zonas de nuestra América han registrado un crecimiento significativo de la demanda de visitantes, lo que se ha reflejado en nuevas inversiones hoteleras, ocupación intensiva del borde litoral, instalación de complejos turísticos en áreas naturales e incorporación de nuevas zonas de montaña para la práctica de actividades de aventura y de ecoturismo, entre otras, que han acentuado la presión sobre los ecosistemas, al mismo tiempo que contribuido a dinamizar la economía de las comunidades residentes. El año 2019, antes de manifestarse la pandemia de COVID 19, la región las Américas en su conjunto recibió aprox. 219 millones de turistas extranjeros (UNWTO, 2021).
En un escenario de reactivación de la demanda turística, uno los mayores retos que enfrentarán los responsables del sector turismo, consistirá en aplicar acciones concretas que aseguren una mejor gestión turística de los territorios.
La Declaración de Glasgow, que se discutirá en la próxima cumbre de Cambio Climático, ratifica que “el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad ponen en peligro la mayoría de las actividades turísticas. El aumento del nivel del mar, las inundaciones más frecuentes y otros fenómenos meteorológicos extremos amenazan los medios de vida de las comunidades en todas partes, desde la infraestructura y las cadenas de suministro hasta la seguridad alimentaria.
Los impactos del cambio climático los sienten con mayor severidad los grupos vulnerables y subrepresentados, como las mujeres, las comunidades indígenas, las personas que viven con discapacidades y los pequeños estados insulares. Una transformación justa e inclusiva del turismo debe priorizar sus voces y necesidades, así como las de las generaciones más jóvenes que, de lo contrario, pagarán el precio total de nuestra inacción (UNWTO, 2021”.
Atendiendo a este llamado, impulsar un desarrollo sostenible del turismo y avanzar decididamente para cumplir los ODS al año 2030, requiere evidencias concretas y acciones impostergables, tanto de las autoridades del sector, del sector privado, de las comunidades receptoras y de los propios turistas. Entre otras razones podemos señalar las siguientes:
- La sustentabilidad no se vincula a un tipo específico de turismo, de modo que cualquier proceso de crecimiento turístico, sea en localidades masivas del litoral o en otras de escasa afluencia de visitantes, deberá manejarse con criterios de sustentabilidad.
- El turismo es una actividad económica, dependiente de la identidad del territorio y por ende, los recursos naturales y el patrimonio cultural, constituyen la base para su viabilidad en el largo plazo.
- La comunidad local es beneficiaria directa de la actividad turística, por lo que debe ser involucrada desde el principio. Es, por lo tanto, un factor que contribuye directamente a la sustentabilidad del proceso de desarrollo turístico.
- El sector privado, representado por los prestadores de servicios de alojamiento, alimentación, transporte, recreación y todos los responsables de ofrecer bienes y servicios para la industria turística, requiere condiciones estables para su rentabilidad en el largo plazo, lo que implica resguardar las condiciones de base (económicas, ambientales, socioculturales y de gestión) que atraen a los visitantes.
- Los organismos sectoriales de turismo enfrentan permanentemente decisiones que requieren coherencia y pertinencia en el tiempo y en el espacio, lo que conlleva el desafío de focalizar todo el instrumental disponible para la conducción y coordinación público – privada y su articulación con la gestión local.
- Se entiende que el ciclo de crecimiento de cualquier destino estará condicionado por su capacidad para competir en segmentos de mercado que demandan bienes y servicios sustentables.
- Las expectativas de los turistas han sido un factor determinante para definir el tipo y contenido de los productos turísticos, pero no parece razonable condicionar la sustentabilidad a la satisfacción de los visitantes.
En este contexto, es evidente el imperativo de generar las condiciones para un cambio estructural en el modelo desarrollo de turístico que hemos fomentado en la región. Es la oportunidad que nos ofrecen las crisis.